Una historia inhibida de Daniel F

Él la busca en las alturas, no le teme a los tejados,
quiere estar embelezado con los dedos del festejo
en un corazón flechado.

Ella busca entre la niebla, desdeñando los cortejos,
hoy sus ojos son reflejos de sentidos complicados
que se vuelven en consejos.

Ella no habla de destinos, no se enreda en desenredos,
no enmaraña entre sus hilos a la búsqueda de esbozos
al placer de los espinos.

Él no para de bailar, solo verla es sustantivo,
busca asilo en su mirada, en los arcos de sus ojos
ese cielo tan prohibido. *

Ella sueña seducida, él le escribe una canción,
ambos se hacen una ofrenda
pero nunca llega a casa, y no sale del buzón.

Sus miradas se han cruzado, pero todo anda torcido,
ambos laten con sus ojos un deseo galanteado
que dibuja un corazón inhibido.

Ella piensa y no sonríe, no se atreve a dar el paso,
anda en miedo a ese fracaso al arado de unos celos
como surcos sin un brazo.

Él no toma decisión, es un río no navegado,
anda con el mar cortado como niño castigado
que se enrosca en un rincón.

Ella toma otro camino, ha encontrado otro lugar,
las alondras no han mentido al calor de un sol perdido
tal vez lo puedo olvidar.

Él ahora anda algo intranquilo, ya no sabe aterrizar,
ve sus ojos y aun respira es un nudo de silencios
y su corazón murió.

Vamos a volver las hojas, a rearmar en cauce el río
Sé que todo es un gran lío pero acá tengo las fosas
pa enterrar ese gentí

Ya la muerte anda tuteando, ha tomado más confianza,
ha salido bajo fianza a mirar aquel ahorcado
como baila su añoranza, inhibido inhibido.

Ella aun sueña con reencuentros del abrazo nunca dado,
tiene el velo muy callado en la espalda de los cielos
un enigma descifrado.

Él ahora anda en las tabernas, su leyenda se ha iniciado,
el horóscopo le ha dicho que no existe mago alguno
que lo haya vaticinado.

Ambos vagan sin sentido, ya es muy tarde pa dar pasos,
y se pegan a los vidrios de una fiesta en una grieta
a la que no han sido invitados.

Un deseo enajenado, son las pompas de esta tierra,
esos dados de la muerte se lanzaron al vacío
de la bóveda celeste.

Ella aún sueña seducida, él le escribe otra canción,
no llegaron sus ofrendas nunca dieron ese paso,
se quedo en la estación.

Ya nadie habla más de magia, ni con qué ojo abriga el día
ya los últimos amantes nunca conocieron versos
que traduzcan su canción.

Quieren regresar a casa, reencontrarse con sus sueños,
aunque sea el más pequeño a los besos de un recuerdo
y de abrazo tan pero inhibido inhibido. *